Una vez acabó el corto salió directo a la calle Torreiro y atravesó la zona de la calle Orzán, zona de sus andanzas de juergas universitarias, para llegar al paseo marítimo e ir directo hacia Riazor, concretamente a la Iglesia de las Esclavas. Le venía muy bien esa cita ya que después de ella podría ir al estadio a ver el partido del Dépor, por suerte uno de los miembros de su peña le había llamado mientras estaba con Gervasio ya que sino se perdería el partido (y por ahí Tristán no pasaba), así que esperaba que en la Iglesia de las Esclavas aquella imagen le diese una sorpresa, o al menos que no fuera una imaginación de Gervasio lo de la imagen del apóstol.
El paseo fue de unos quince minutos, se recorrió el paseo marítimo a lo largo de las playas del Orzán y de Riazor mientras ponía a todo volumen una viejas canciones de Deluxe, desde hace años asociaba esa música a esas canciones, por lo que todo era uno. El paseo ya era recorrido por gente vestida de azul y blanco, con sus bufandas y camisetas del Dépor, gente que iba decidida a hacer una buena "previa" antes de ir al partido de esta tarde, y en compañía de esa gente y de su música fue Tristán hasta la entrada de la Iglesia de la Esclavas que sorprendentemente se encontró cerrada.
Extrañado por ese cierre Tristán buscó algún tipo de acceso lateral...pero fue algo infructuoso ya que todo estaba cerrado. Esto hizo que solo quedara el viejo y milenario sistema de llamar a la puerta...sistema complicado cuando el timbre de dicha puerta no suena, por lo que solo qeudó el dudimentario golpe de nudillos mientras gritaba:
- ¿hola? ¿hay alguien ahí?
Tras lo que se escucharon unos decididos pasos que se acercaban a la puerta mientras una voz ronca y con un claro acento asturiano le contestaba:
- ¡Voy!, ¡no grites que no es lugar para ello!.
Tras lo cual Tristán vio a quien le contestaba, era una monja que a él con su metro ochenta le hacía sentirse un liliputiense; una mujer de unos 60 años alta y delgada con cara bonachona que le hacia señas de silencio al tiempo que le recordaba.
- Hijo, en la casa del señor no se grita. ¿qué querías?
Ante eso Tristán hizo un gesto de disculpa demasiado oriental para estas latitudes tan galaicas y le dijo.
- Disculpe, déjeme presentarme, me llamo Tristán Grandal y vengo porque el padre Gervasio, de la Iglesia de Santiago, me dijo que debía ver una imagen del Apóstol Santiago que tienen en la capilla; es por un....por un trabajo de investigación ¿sabe? y querría...
Tristán no pudo seguir hablando, la monja sonrió inmediatamente y le hizo pasar hacia dentro de la capilla con un cariñoso y enérgico empujón que casi lo tira al suelo mientras le decía:
- Ay guaje, ¿como no lo dijiste antes?, pasa hombre pasa. Mira, yo soy la hermana Covadonga - dijo la monja - ya me dijo antes por teléfono "Gerva" que, y te cito textualmente, "va a ir un neno por ahí que es amigo mio a ver la figura del apóstol". Por favor, pasa y mira lo que quieras. Gerva se sorprendió por lo que hacían los vándalos del deporte ya a principios del siglo XX, la verdad es que nunca había reparado en ello pero ¡ya les vale a los de esa época! qué poco respetuosos.
- ¿A qué se refiere?- preguntó Tristán - ¿qué vandalismo dice?.
- Ay hijo, pues a lo que por 1913 llamaban "foot-ball"; que me parece muy bien que se aficionen por el deporte pero marcar imágenes del apóstol es demasiado. Mira la base de la imagen, mira, ¿te parece normal? - decía la hermana Covadonga mientras llegaban junto a la imagen del apóstol al tiempo que señalaba la base de dicha imagen - luego hablan de los de ahora, pero entonces eran iguales, ¡o peores!.
Tristán observó la base y lo que vio fueron dos cosas que aparentemente no tenían nada que ver, por un lado una inscripción que decía "1913 match de foot-ball del Real Club Deportivo" y justo a su lado...las cinco rayas cruzadas, y parecía que las dos inscripciones se habían hecho al mismo tiempo. Al ver esto Tristán miró a la hermana Covadonga y, simulando tranquilidad, le dijo:
- ¿Le importa que vuelva tras el partido de fútbol?
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